Los cimientos del aprendizaje
El aprendizaje escolar no comienza cuando un niño coge un lápiz o abre un libro. Mucho antes, durante los primeros años de vida, se construyen los cimientos que permiten organizar el cerebro y facilitar el aprendizaje de forma sencilla y motivadora. No se trata solo de estimular el lenguaje, la lectura o la memoria. El desarrollo motor y sensorial constituyen la auténtica base sobre la que florecen las capacidades cognitivas.
Desarrollo motor y sensorial en los primeros años
Durante los primeros cinco años se desarrollan el sistema motor y sensorial. Cada fase —volteo, arrastrado, gateo, bipedestación— prepara la siguiente etapa y permite activar circuitos cerebrales clave. Aunque el cerebro busca sistemas de compensación, un desarrollo armónico ayuda a prevenir dificultades posteriores. Supervisar estas etapas es fundamental para consolidar un correcto desarrollo motor y sensorial.
El papel del sistema vestibular
El sistema vestibular, encargado del equilibrio y la orientación espacial, es esencial para controlar la postura y los movimientos oculares necesarios en la lectura y escritura. Un niño que no ha madurado estas bases difícilmente podrá mantenerse quieto o concentrado en clase, especialmente si persisten reflejos primitivos activos o le costará leer si los ojos no se mueven correctamente.
Lateralidad y aprendizaje
Una correcta organización de la lateralidad (diestra o zurda) permite organizar la información espacial para leer y escribir. Si no está bien integrada, aparecen errores como confundir 13 con 31 o escribir letras en espejo. Factores como una ambliopía, una plagiocefalia o infecciones de oído pueden alterar y condicionar el desarrollo lateral. La lateralidad suele definirse hacia los 5 años, y es clave no inducir la mano dominante antes de tiempo. Una buena organización evita problemas posteriores y facilita aprendizajes como la lectoescritura.
Vista y visión, oído y escucha
Vista y visión no son lo mismo. La visión implica coordinar ambos ojos, moverlos correctamente, enfocar y procesar la información; alteraciones a este nivel dificultan la lectura, la coordinación motora y la orientación.
Del mismo modo, oír no equivale a escuchar. La escucha requiere filtrar sonidos irrelevantes, discriminar sonidos y darles sentido. Algunos niños oyen bien, pero tienen dificultades de procesamiento auditivo que afectan al lenguaje, la atención y la comprensión en el aula.
Conclusión: una pirámide sólida
El aprendizaje comienza con el desarrollo motor y sensorial de los cinco primeros años de vida. Solo sobre una base firme que integre movimiento, equilibrio, visión, escucha y lateralidad se construye la pirámide que sostiene el rendimiento escolar, la atención y el desarrollo personal. Invertir en estas etapas tempranas permitirá desarrollar todo el potencial académico y personal del niño.